Amor sin culpa by Grace Green

Amor sin culpa by Grace Green

autor:Grace Green
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2019-11-15T11:03:27+00:00


A medianoche, Willow seguía haciendo el crucigrama en la cocina, a pesar de que se había propuesto acostarse pronto.

Normalmente, lo hacía en quince minutos. Esa noche se había atascado.

Se abrió la puerta de la calle y el corazón le dio un vuelco al ver al doctor Galbraith. Estaba tan impresionante con su camisa gris claro y sus pantalones negros que se habría caído de espaldas si llega a estar de pie. Afortunadamente, estaba sentada y pudo mirarlo con ojos inquisitivos mientras no podía evitar el fijarse en más detalles.

Notó que estaba algo despeinado y que su mirada era profunda y estaba llena de secretos.

Lo único que no era un secreto era que había estado con Camryn. Tenía un resto de carmín en la mejilla.

Willow notó como si le arañaran el corazón con una uña herrumbrosa.

–Hola –dijo con desenfado y mirando la mancha roja de la misma forma un poco macabra como los conductores miran un coche accidentado en la cuneta de la carretera–. ¿Puedo prepararle algo? ¿Quiere chocolate caliente?

–No, gracias –esbozó una media sonrisa–. ¿Por qué no está acostada? ¿Está esperándome? ¿Controla mi hora de llegada?

–¡No soy su madre!

Él se rio.

–¡Desde luego que no! Entonces ¿por qué está levantada tan tarde?

–Es por el maldito crucigrama. Casi lo había terminado, pero me he atascado. ¡Eso fue hace una hora! Es desesperante…, pero no puedo dejarlo.

Él atravesó la habitación y se puso al lado de ella.

–Veamos…

Apoyó despreocupadamente una mano en el hombro de Willow.

Esta se quedó sin respiración y notó la rigidez del hombro bajo la mano de él.

–Vamos a ver –dijo él–. Me parece que en vez de «ceceo» eso es «seseo» y entonces ahí te queda…

–¡«Deseo»!

–Exactamente –murmuró él–. Deseo.

Le devolvió el lápiz y ella esperó que se apartara, pero no lo hizo.

Se sentía incómoda al ser consciente de que él la observaba, pero terminó el crucigrama, dobló el periódico y se levantó. Ya que su jefe no parecía dispuesto a marcharse, lo haría ella. Estar sola con él era tan tentador como estar sola en una fábrica de chocolate.

–Gracias por la ayuda –fue hacia la puerta–. Buenas noches, doctor Galbraith –añadió por encima del hombro.

–Espere un minuto…

Ella se detuvo en el umbral de la puerta y se dio la vuelta.

Él la siguió. Estaba demasiado cerca como para sentirse cómoda.

–Solo quería preguntarle si la señora Caird le ha dicho que el viernes por la noche vamos a casa de los Moffat.

–Me dijo que usted y los niños irían a una cena y a una fiesta por el aniversario de boda de sus suegros.

–Así es. La cena es a las siete, saldremos sobre las cinco y media.

–Es tarde para los niños. Me ocuparé de que duerman una siesta; luego les daré una merienda sobre las cuatro… y a las cinco y media estarán preparados.

–Prepárese usted también, señorita Tyler.

–¿Quiere… que vaya con ustedes? A Camryn le gustan mucho los niños y no me necesitará.

–Mi cuñada va a estar muy ocupada. Tiene cuarenta invitados y me ha pedido específicamente que fuera usted. ¿Alguna pregunta?

–No.

Ninguna



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